El camino artístico de Baltasar Lobo (IV): Díaz-Caneja, cubismo y paisaje castellano

“Tras la contienda es cuando se fija el perfil definitivo de su pintura, una de las más puras sobre una base cubista, y con extrema esencialidad, el paisaje castellano”. La cita está recogida en Diccionario de las vanguardias en España, obra del crítico e historiador del arte Juan Manuel Bonet. Las palabras se refieren al pintor y poeta Juan Manuel Díaz-Caneja (Palencia, 1905-Madrid, 1988), cuya influencia en Baltasar Lobo radica en la profunda amistad tejida entre ambos, dentro de la etapa parisina. En más de una ocasión, las ondas de la emisora española en el exilio Radio París recogieron su testimonio sobre Lobo: “Es el mejor escultor español del siglo XX”, apuntaba. De ahí que figure en este “camino artístico” del creador de Cerecinos de Campos.

 

Paisaje de Pardos y Marrones. Juan Manuel Díaz Caneja. Museo Reina Sofía.

Quizá la tierra, el origen común, fue el que forjó tal amistad. Juan Manuel Díaz-Caneja nació en Palencia, donde vivió su niñez y juventud, para trasladarse a Madrid en 1923, donde estudiaría Arquitectura, además de conocer el ambiente de una de las instituciones clave en la España de entonces, la Residencia de Estudiantes. En 1929, según los datos registrados por Juan Manuel Bonet, el palentino se trasladó a París, capital cultural y epicentro de las vanguardias. Allí es donde Díaz-Caneja accedió a los nuevos aires artísticos que inspirarían su creación literaria y pictórica.

Al poeta y pintor palentino se le conoce también por ser el autor de la revista “En España ya todo está preparado para que se enamoren los sacerdotes”, junto a su amigo Herrera Petere; aquello fue breve: un poema en el único número que llegó a tener la publicación.

Fundación Díaz Caneja en Palencia.

 

Durante la Guerra Civil española, Díaz-Caneja luchó en el ejército republicano y se integró en las filas anarquistas, donde conocería a su esposa y compañera inseparable, Isabel Fernández Almansa. El periodo que viene a continuación será clave en su producción artística, como se apuntaba al principio, con la alianza de dos ideas fundamentales: el paisaje de su Castilla natal y el cubismo, que conoció en el París de Picasso, a quien fue a visitar en su desembarco en Francia.

Duros y amargos años siguieron, entre 1948 y 1951, cuando fue encarcelado por motivos políticos. Una vez en libertad, Juan Manuel Díaz-Caneja se retiró del ámbito público y se refugió en su aliada más importante: la pintura. Fruto de su talento, la organización de numerosas exposiciones nutridas con una constante creación de obras que le valieron numerosos galardones, como el Premio Nacional de Pintura (1958), el Premio Nacional de Artes Plásticas (1980) o el Premio Castilla y León de las Artes (1984). Desde 1995, una fundación se encarga de conservar y difundir la obra de Díaz-Caneja desde Palencia, tierra de la que es hijo predilecto.